INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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8/3/15

La excursión a los Chorros

 .
Chorros del río Mundo, 2014
Hace casi cincuenta años aún vestía sotana Don Antonio Salas (era un cura alto, delgado, con ojos claros y una mirada capaz de radiografiar el alma de los pecadores). Aunque durante aquel curso 1968-69 ya empezaba a dejársela y nos parecía extraño el verlo llegar algunos días al instituto con traje seglar. Sin embargo, lo que no solía olvidarse cuando entraba a clase era una regla de madera de aquellas gruesas, de dos palmos de larga, con la que nos arreaba algún palmetazo que otro si lo creía conveniente (a veces también nos ponía de rodillas en un rincón y a veces, las dos cosas). Supongo que no era fácil explicar la lección en un aula con 42 alumnos, así que el hombre aplicaba sus métodos coercitivos como mejor le parecía. A pesar de todo, éste siempre fue una persona cercana, que nos dejaba tomar la parroquia por asalto en nuestro tiempo libre.

Como profesor, Don Antonio Salas nos desasnaba en lo tocante a los asuntos del catolicismo; más como sacerdote, también se preocupaba a su manera de nuestra vida espiritual. Un día, para hacerse una composición de cómo andábamos en el cumplimiento de algunos preceptos de la iglesia, como el de ir a misa los domingos y fiestas de guardar, se inventó el que todos los lunes en clase de Religión, rellenásemos de forma anónima unos papelitos y, doblados de la mejor manera para garantizar el secreto, los echáramos a una bolsica que él ponía encima de la mesa. La fórmula era muy divertida y tenía solo tres variantes posibles: “Sí”, para indicar que uno había asistido a misa; “No”, para decir lo contrario; y “Sí y comulgué” en los casos de aquellos (él los conocía muy bien) que participaban de la eucaristía dominical. Lo mejor era la lectura de todas las papeleticas, que él hacía con parsimonia como si fuera el recuento de un referéndum nacional. El cura las desdoblaba despacio y leía en voz alta lo que ponía en cada una de ellas. Obviamente, ganaban los “noes”. Aunque también había “síes”, incluso algunos “Sí y comulgué” de sus propios monaguillos y adláteres, que estaban siempre metidos en la sacristía de San Juan Bosco y, andando el tiempo, llegarían a desempeñar puestos importantes en la sociedad. 

Aquello no duró todo el curso y más bien acabó como el rosario de la aurora, ya que algunos abusaban del anonimato y metían algo de literatura, lo cual no tenía validez por salirse de la regla establecida (como pasa con las papeletas de las votaciones, que si se escribe en ellas algo, de la índole que sea, se considera el voto nulo); así que dependiendo de la gracieta o la impertinencia, que muchas veces, entre nosotros, sabíamos quienes eran los autores, Don Antonio se mostraba más o menos contrariado (él siempre ha tenido un genio de no te menees). Mas el día en que al desdoblar una papelina el cura encontró un fluido impresentable (algunos eran la piel del diablo), se puso que trinaba; por lo que dio un tremendo palmetazo en la mesa con la regla de madera y anunció el fin del experimento.

Quien no necesitaba palmeta para mantener el orden era Doña Alicia. Ella entraba a la clase y el silencio se podía cortar con una navaja. Ella, que nos llamaba a todos de “usted”, sólo tenía que mirar a un alumno y éste se quedaba petrificado, ¡como la mujer de Lot! Sin embargo, explicaba perfectamente su asignatura de Ciencias, por lo que yo no tuve que estudiar nada para sacar matrícula de honor a final de curso.

Por aquellos años, exentos aún de democracia (en los 39 años de dictadura franquista solo se celebraron dos referendos, que Franco ganó por abrumadora mayoría, claro), se utilizaban otros criterios para elegir al “delegado” de la clase. En el Instituto Laboral, que se llamaba entonces, se hacía a la nota media más alta cada mes. El Señor Mendoza, que era el jefe de estudios, entraba con el manojo de boletines e iba diciendo en voz alta las notas de cada cual. A él le gustaba llamar siempre a los alumnos por el apellido y, como durante el curso, los “números unos” de clase éramos el hijo del alcalde y yo, el Sr. Mendoza unos meses decía: “el delegao es Almela” (mi amigo Fernando), o “el delegao es Gómez”. Por lo que cuando yo ostentaba el cargo, Doña Alicia dejaba de llamarme “Veintiocho” y me decía “Delegado”. Una deferencia que tenía ella... 

Como casi todo se hacía en base al rendimiento académico individual y se primaba el esfuerzo o la brillantez (la Jose Yepes era la primera alumna en matrículas de honor del instituto), por primavera hicieron una selección de los que llevábamos mejores notas y, en un autobús de los “Juanes López” (éstos tenían la línea Cieza-Salto de Almadenes), nos llevaron de excursión a los Chorros del Río Mundo. Creo que la cueva había “reventado”, pues bajaba una riada como no he visto después.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 28/02/2015 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"