INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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23/2/13

La Cieza que queremos

 .
Cuesta Capitana y casa de cuatro plantas donde moraban varios caseros
Miren, la otra noche me fui yo solo a hacer la Ruta del Caruso. ¿Que qué ruta es ésa? Pues se trata de un circuito urbano diseñado y bien señalizado para caminar, que es una de las actividades más saludables para el cuerpo y, en muchos, casos también para el alma. Como la ruta es circular, cada cual puede tomarla en el punto que desee y abandonarla donde quiera, aunque la cita principal para unirse al gran mogollón de gente que la está haciendo todas noches con gusto es en la Esquina del Convento. ¿Que por qué la llamo yo “Ruta del Caruso”? Porque ha sido una iniciativa exitosa de mi compañero Antonio, conocido cariñosamente con ese apodo por su afición juvenil al canto. (Enrico Caruso dicen que fue el tenor más famoso del mundo, por eso cuando a finales del siglo XIX la entonces populosa y rica ciudad de Manaos, en mitad de la Amazonía brasileña, quiso rivalizar nada menos que con París y construyeron el fastuoso Teatro Amazonas, llevaron para su estreno a este célebre tenor italiano de la época).

Bien, pues lo atractivo de estas caminatas por calles y aceras de todo el pueblo es que se realizan de noche (al menos por ahora), y uno puede ir charlando con un montón de amigos y contemplando el paisaje urbano a la luz de las farolas. Yo, cuando pasé el otro día frente a la única caseta de los “aforaores” que queda dentro del pueblo, ahí en la Gran Vía, cerca del Hogar de los Pensionistas (los aforadores, hace muchos años, estaban en todas las entradas a Cieza y cobraban unos arbitrios municipales de portazgo por las mercancías que llegaban al pueblo), y doblé hacia el Camino de Madrid, quedé admirado de la espesura con que en la oscuridad de la noche se veía el bosque de pinos del terraplén del Parque.

Recuerdo, y seguramente muchos de ustedes también, que al principio el Parque era una gran zona verde, en su mayor parte ajardinada, que nunca debieron de comérsela con las edificaciones. El Parque ya se incluía en el diseño que hizo el ingeniero de caminos Diego Templado Martínez en su plan general urbano de 1924, copia de cuyo plano poseo, y de llegar a nuestros días, hubiera sido un inmejorable pulmón de esparcimiento y gozo para los ciezanos. Pero no se respetó; no señor; primero construyeron el cuartel de la guardia civil, para trasladar a este cuerpo que tenía su sede en la calle Buen Suceso, donde ahora está la ferretería de Alonso; más tarde levantaron el colegio comarcal Gerónimo Belda con el fin de traerse todo el alumnado de los campos y dejar vacías, y en muchos casos tristemente abandonadas, las escuelas rurales; con los años, hicieron también el mentado hogar de los pensionistas; posteriormente tomaron más terreno para ensanchar el citado colegio Gerónimo Belda; luego, en tiempos del alcalde Ramón Ortiz, dijeron ¡venga!, vamos a llenar de cemento el poco jardín con suelo de tierra que quedan y construyeron el Auditorio Gabriel Celaya, donde se meaban y se cagaban los botelloneros, y unas fuentes de agua tan sofisticadas con focos de colores que no llegaron a echar luz, pues estaban siempre rotas por los vándalos locales; y ahora, este año pasado, algún político ha decidido que ¡para poca salud, ninguna!, y han seguido levantando nuevas aulas con las que ampliar el colegio Cristo del Consuelo. En fin...

Pero la otra noche, como les venía diciendo, mientras caminaba a buen paso por la mentada Ruta del Caruso y vi el boscaje de la pinada del gran terraplén del Parque, me acordé, y ustedes también se acordarán, de que allí antes no había árboles ningunos, salvo un pequeño seto por la parte de arriba y unos “resculladores” de tierra por donde los chitos bajaban a rastraculo; de manera que cuando el Día de la Cruz subían al Cristo del Consuelo a la Ermita, era espectacular el poder asomarse desde arriba y ver la riada humana de miles y miles de personas, que no cabía ni un alfiler entre la muchedumbre, cantando al unísono el “Cristo bendito, gloria de Cieza...”, y contemplar cómo muchos jóvenes eran aupados sobre las cabezas de la multitud para lanzar ¡vivas! o para demostrar su alegría gritando yo qué sé, mientras que oíamos cómo se elevaba una inmensa y sola voz entonando el estribillo: “¡De saaalvación, de saaalvación...!”

Mas quiero aclarar que con “la Cieza que queremos” del título, no pretendo referirme a una hipotética ciudad deseada, limpia, con papeleras suficientes, con jardines cuidados y respetados por la gente, con conductores educados que no aparquen sobre las aceras, sobre los pasos de peatones, sobre las bajantes de las esquinas o en las plazas azules de minusválidos sin tener derecho a ello, con dueños de perros que cumplan la ordenanza motu proprio, pues en ese aspecto no se suelen hacer cumplir, o una población respetuosa con el medio ambiente en general, que no arroje todo por todas partes, incluidos lugares tan maravillosos como la orilla del río, o que la gente, durante las procesiones de Semana Santa, no saque a las aceras de las calles de carrera las sillas más viejas que tenga y los cajones de la fruta atados con una soga para pillar lao. No. No es a eso a lo que me refiero, sino a la Cieza que amamos, porque sea como sea la llevamos en el corazón, porque tu pueblo es siempre el centro del mundo y todos los lugares siempre caerán más o menos lejos, y aunque viajes por sitios maravillosos donde realmente dé gusto vivir (yo los conozco y los he envidiado), al final, como las golondrinas, uno tiende a volver al lugar de los suyos, a su pueblo, a pisar sus calles.

Por eso durante estos paseos-caminatas nocturnos por la Ruta del Caruso, a lo mejor hasta nos sentimos más ciezanos y amantes de lo nuestro; y quizá nos concienciemos un poquito más de que todo necesita su cuidado y su respeto; y a lo mejor hasta nos sintamos un poquito más orgullosos de nuestra ciezanía y ello nos permita alguna vez presumir de pueblo
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 23/02/2013 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")

2 comentarios:

  1. Pues si, Joaquín, yo también tengo buenos recuerdos del parque de entonces, cuando en la zona de juegos sólo había un tobogán en el medio, de estructura de hierro y rampa de madera, cuyos tablones estaban rotos en algún extremo y deslizarse era una aventura…(podías terminar con un siete en el pantalón, o peor, en el culo). Que por columpios sólo quedaban dos esqueletos con ganchos donde los críos nos llevábamos las cuerdas y un cojín para no hacernos daños y el suelo era un gran arenero donde pasábamos las tardes muertas jugando a las canicas, o haciendo “flanes” como en la playa. En la parte de arriba, hermosos jardines de rosas y margaritas de colores y una fuente de época, que en ocasiones hasta manaba agua. Grandes moreras y otros árboles de flores amarillas que hacían del parque todo un espectáculo en primavera…ah y por supuesto, los terraplenes de la parte de atrás, (según se mire). Me has hecho recordar un trocito de mi infancia.

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  2. Muchas gracias por el comentario. Me alegra saber que ahí detrás de la pantalla del ordenador hay alguien emocionable, a quien yo puedo trasfundir mis ideas en vena de su intelecto.
    Un saludo.

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"