INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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29/7/17

El primo neandertal

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"Tierra paralela", monumento, y a su vez instrumento astronómico de precisión, en los jardines de Piquio (Santander)
Hablábamos el otro día de la “Cueva del Castillo” en Puente Viesgo (Cantabria), de sus pinturas rupestres y su yacimiento arqueológico patrimonio de la humanidad. Les conté el experimento del “espray” con mi nieta, siguiendo los mismos métodos que los artistas del paleolítico para dejar los negativos de sus manos en dicha cueva. Decíamos también que en la noche de los tiempos hubo dos especies de homínidos: los “neandertales” y los “sapiens”, y que los segundos, que somos nosotros (más listos y guapos), les ganamos la partida a los primeros, que se extinguieron hace unos cuarenta mil años.

En el grupo en que entramos a la cueva iban unos franceses y Susana, la guía, se metía cariñosamente con ellos al hilo de sus explicaciones. Ella elegía los mejores puntos de vista, incluso haciendo que nos sentáramos en el suelo, para poder observar los secretos de las pinturas y la magistral manera de realizarlas por parte de los artistas de la edad de piedra. Otras veces, con su puntero luminoso, marcaba las líneas de los contornos para desvelarnos una superposición de imágenes, que a saber por qué aquellos fulanos pintaban en los mismos lugares de la cueva, muchas veces encima de lo ya pintado: un caballo sobre un bisonte y un ciervo sobre el caballo. Pero en cuanto a nuestros movimientos a través de las galerías y las salas, había una regla que cumplir por encima de todas las cosas: no tocar en ningún momento las paredes de la cueva. Algo así como cuando uno va al Museo del Prado (yo, un día acerqué un dedo a dos palmos de un lienzo de Goya para señalar algo que me llamó mucho la atención y el vigilante me echó una voz coercitiva que me paró en seco: “¡retírese del cuadro!”, expresó a pleno pulmón con rigor militar).

Antes de entrar a la cueva bordeamos el gran pozo de la excavación que hay en la puerta, en donde cuanto más profundizan los arqueólogos, más niveles antiguos aparecen. Eso pasa como en las ciudades viejas: escarbando a veces, se topa uno con anteriores construcciones de los moros, de los romanos o del sursuncorda, que el paso del tiempo ha ido sepultando. (Quién iba a decir que bajo aquellas callejuelas de casuchas humildes de Cartagena iba a haber un teatro romano sepulto). De forma que como ya les dije, las tribus primitivas hacían su vida en la puerta de las cavernas, y, como quiera que aquellos fulanos eran bastante guarretes, que cuando comían, todo lo tiraban al suelo y luego no barrían, pues los arqueólogos se vuelven locos encontrando cosicas de la época que les pidas. Y los científicos, como son tan jodíos, descubrieron hace muchos años el “reloj de la historia”: cualquier cosa que lleve carbono (huesos, dientes, pinturas con tintes de origen vegetal o animal, sangre, fibras vegetales, etc.) es susceptible de aplicarle el “reloj del carbono-14”. Por lo que es fácil datar las pinturas y multitud de objetos hallados.

Susana gozaba restregándoles a los franceses el hecho histórico de que cuando Marcelino Sanz de Sautuola presentó a la comunidad científica de París el descubrimiento de la Cueva de Altamira, los franchutes se rieron en sus barbas; decían que la había pintado él, que eso no podía ser obra de aquellos hombres rudos de la prehistoria. Pero, ¡amigo mío!, cuando se descubrió en Francia la Cueva de Lascaux, con pinturas parecidas a las de Altamira (aunque de mucha menos calidad, dónde va a parar), entonces los doctos parisinos pensaron: ‘si decimos que Altamira es falsa, cómo vamos a decir que Lascaux es verdadera…’ Por tanto hubieron de reconocer con cochina envidia la autenticidad de la que hoy en día es llamada “la Capilla Sixtina del arte cuaternario”.

Altamira, con su fabuloso museo arqueológico y su “Neocueva”, donde se han reproducido de manera perfecta los paneles pictóricos en un techo artificial, no queda lejos de Puente Viesgo y de la Cueva del Castillo. Pero mientras que a las pinturas de la primera se les calcula una antigüedad de entre quince y veinte mil años, las “manos negativas” de esta segunda gruta, las hay hasta de cuarenta mil años. ¿Cómo se sabe? Muy sencillo: aplicando el isótopo del carbono-14 a las pinturas que llevan carbono en su composición. Perfecto. Pero, ¿y las manos que están pintadas con óxidos minerales? Pues ahí han hilado muy fino los científicos. Han observado que la pared caliza, con los milenios, ha escupido unas excrecencias microscópicas de carbonato cálcico sobre las pinturas. Entonces les han echado el “reloj histórico” a esas partículas y, ¡oh sorpresa!, tenían más de cuarenta mil años; luego la mano que hay debajo tiene que ser aún más antigua. Y ahí la cosa se complica. Porque, o bien la comunidad científica tiene que revisar la época en que desapareció la especie “neandertal” y aparecimos los “sapiens”, o bien tiene que revisar el concepto negativo de que los primos neandertales no sabían hacer un cero con un canuto.

(Publicado en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"