INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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6/7/13

Las lagunas del tiempo

 .
 
Nada tan bello y efímero como las flores

A Mari, en mi recuerdo perpetuo.

Una vez dijeron los sabios que el tiempo es relativo, moldeable por la velocidad cuando ésta sobrepasa el increíble límite de la luz; a partir de ese punto hipotético y no hallado jamás en los rincones del universo, el tiempo de las fórmulas de los científicos empezaría a dilatarse como esos “relojes blandos” de Dalí que cuelgan del borde de una mesa. Luego imaginaron los escritores la posibilidad de viajar en el tiempo, y el cine, ese fenómeno visual basado en una limitación de nuestro cerebro (éste es incapaz de percibir imágenes separadas unas de otras en menos de una décima de segundo, de modo que cuando pasan ante nuestros ojos una sucesión de imágenes estáticas a la velocidad de 24 por segundo, las unimos en nuestra cabeza y “vemos” cine en movimiento), hasta nos hizo soñar con un viaje al pasado o un regreso al futuro.

Mas hay otro tiempo, el del alma, que se puede estancar a veces como un pantano en el interior de nosotros mismos, que puede formar un telo que aísle nuestros sentidos de la realidad; un tiempo, que al detenerse por unos instantes sin medida, nos puede separar del mundo que nos rodea y darnos la terrible sensación de que nada fluye en nuestras vidas.

Mañana, día 7 de julio, se cumplirá un año del momento en que se pararon de golpe los relojes de mi casa. Todo había sido anunciado días antes, semanas antes, meses antes. Los doctores a veces, en su impotencia científica, sólo saben diagnosticar, pronosticar, echar cálculos sobre el tiempo del fin de las personas. En eso se equivocan poco: es su tragedia profesional: “Estamos muy preocupados”, me había dicho ocho meses antes el doctor Hernández, sentándose ante mí con una humanidad digna de elogio, “no sabemos realmente lo que tiene su mujer”. (Luego, ocho meses después del desenlace, aún me diría el doctor Tomás, viendo el luto en mis ropas y en el fondo de mi corazón: “Lo siento, porque ella era de esos enfermos que uno se lleva a casa...”)

Ahora el tiempo físico, real, ha transcurrido desde entonces, el mundo ha girado 365 veces y han cerrado su ciclo las cuatro estaciones del año. Constatamos, pues, que el tiempo pasa y eso nos permite reflexionar sobre nuestra existencia, sobre nuestra vida frágil y efímera, sobre la fugacidad de los escasos momentos que tenemos para encontrar paz y felicidad, y para saber que apenas somos una brizna de polvo cósmico proveniente de las estrellas, a las cuales viajaremos de nuevo algún día.

Hace un año que el tiempo pareció detenerse con la brutalidad de las tragedias. Llevábamos un mes y siete días en la planta “purgatorio” del Morales Meseguer, donde las almas son atendidas por ángeles que poco o nada pueden hacer por los cuerpos. Y cuando fue exhalado su último aliento en la mascarilla de oxígeno y de forma imperceptible dejó de moverse su pecho para alcanzar la paz definitiva, el reloj cerebral de todos nosotros pareció no poder continuar. Fue la hora mala, y el tiempo se nos puso delante como una penosa cuesta arriba. Entonces recibimos la ayuda de los buenos profesionales y excelentes personas de aquel lugar donde se pierden tantas esperanzas: la “Segunda izquierda pequeña”, que llaman a aquel corto pasillo de lágrimas, desconsuelos y perchas repletas de goteros como árboles de Navidad.

Entonces apareció un señor que yo no había visto nunca y me hizo una serie de preguntas con la mayor amabilidad. (Era el responsable de sacar los cuerpos del Morales Meseguer; eso me dijo el hombre nada más presentarse: “Soy Paco, el encargado de sacar el cuerpo de su esposa del hospital”). Nunca pensé en esa necesidad burocrática y fría, por eso el hombre no llevaba bata blanca, no vestía ropa sanitaria: era terrenal como nosotros y nos prestaría su ayuda tras la muerte. Fueron momentos confusos, de abrazos y de llanto, pero el hombre supo darnos las instrucciones precisas: “Váyanse a la Capilla y esperen”. Había que esperar. Llevábamos días, semanas, meses, esperando que todo no llegara nunca algún día, pero el tiempo es implacable y todo llega.

Entonces nos fuimos a aquel lugar y nos sentamos en los bancos de madera, mirando sin ver, oyendo sin escuchar, viviendo sin sentir. El tiempo se había parado y no sabíamos hacer otra cosa que esperar sin saber qué. En la capilla no hablábamos, no rezábamos, no nos consolábamos unos a otros. Era peor que en el “Ángel exterminador” de Buñuel, pues no hallábamos la salida ni tampoco qué hacer. Nuestra existencia se había detenido de golpe, y allí estuvimos un tiempo indeterminado hasta que llegaron otros hombres a rescatarnos y poner en marcha nuestros relojes.

No obstante y aunque hoy comprobamos que el mundo sigue girando, recordaremos con horror haber sufrido las lagunas del tiempo.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 06/07/2013 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"