.
Mal vamos si los locutores de radio y televisión, que se suponen personas ilustradas en la cosa del lenguaje, no saben hablar como dios manda (lo pongo con minúscula para no banalizar el nombre del Creador).
Un rincón de Cieza: La Plaza de los Carros |
Miren, antes se decía de quienes habían estudiado una carrera universitaria, que tenían “don” (“ese tiene don, aquella tiene don”: Don Fulano, Doña Mengana...); pero es que antes, la gente salía de la universidad sabiendo al menos leer y escribir, que no es poco, y por ende, sabiendo hablar correctamente –o viceversa, que lo mismo da. Aunque había excepciones, y les voy a citar una que confirma la regla: un servidor de ustedes, hará como veinte años atrás, trabajaba en el tema de la electrónica, y, un día que fui a reparar un vídeo (no me acuerdo si se trataba de un Betamax o un VHS) de un maestro de escuela de los de antes, me había dejado el hombre una nota de su puño y letra que decía: “Joaquín, mira a ver, que no grava”; yo, como es natural, no lo eché a lo malo y pensé: ‘un lapsus lo tiene cualquiera’; pero tras hacerle al aparato una limpieza de cabezales –para mí que ya grababa perfectamente–, el tal Don Fulano me llamó al día siguiente manifestarme lo contrario. Mas como se ausentaba de casa por motivo de su dedicación docente, me volvió a dejar una nueva nota sobre la mesa en la que se podía advertir su desasosiego: “¡Joaquín, míralo bien, que sigue sin gravar!” (eso era lo grave en su profesión, pensé entonces; ¡malo si un ciego guía a otro ciego!).
En la actualidad, con el deterioro general en la calidad de la enseñanza, que viene de mal en peor desde hace bastanticos años, salvo honrosas excepciones, se sale de la universidad sin saber redactar bien, escribiendo con faltas de ortografía, sin saber hablar con corrección y, en la mayoría de los casos, con casi nula cultura general; aunque la cosa, lógicamente, arranca de la escuela primaria (y ojo con los colegios bilingües y con la impartición de las materias sólo en inglés, que algunos niños puede que luego se comporten como aquellos hijos de los emigrantes que venían de haber estudiado en Francia, que sabían explicar muy bien el teorema de Pitágoras, o citar las partes del cuerpo humano en francés; ¡qué gracia!)
Bien, pues les hablo hoy de este asunto porque no paro de escuchar “gazapos lingüísticos” (“gazapo” le llaman los periodistas a meter la patita en su trabajo) en la radio o en la tele. Pongan a tención y verán: uno que repiten mucho es cuando hablan de porcentajes: yo creo que ya todos los locutores sin excepción dicen “veintiún por ciento”, “cuarenta y un por ciento”, etc. Y a la Real Academia Española de la Lengua le duele la boca de advertir que eso es incorrecto, que se dice: “veintiuno por ciento de paro”, “cuarenta y uno por ciento de desempleo juvenil”, etc.
En la escritura de los números también existe otro error generalizado que todo dios comete, hasta los más altos estamentos, es decir, hasta el mismísimo BOE. Se trata de que, bajo la influencia de los ordenadores y las calculadoras, se ha tomado del inglés la manera de escribir las cifras con sus decimales. Pero en español es distinto: Lo correcto es separar con puntos (o con espacios en blanco) los millares y separar los decimales con coma superior. (En inglés es al revés, pues separan con comas los millares y con un punto los decimales; pero nosotros debemos seguir la ortografía del español, ¡leñe!)
Y continuando con el leguaje escrito, también nos están zampando una serie de palabras que en inglés se escriben con mayúsculas (allá ellos), pero aquí no. Los días de la semana o los meses del año en español se escriben con minúscula, salvo que inicien texto o vayan después de punto; lo mismo que la palabra internet, que por mucho que el word la marque en rojo, en español va con minúscula (no hagan caso al corrector de word, consulten mejor la página de la RAE).
Con el asunto de la mal denominada “violencia de género” (se debe decir violencia machista o violencia contra la mujer), no voy a dar explicación de dónde viene el extendidísimo error: ya lo hice en un artículo de agosto de 2010, titulado “El calor y la calor”. Pero sí diré que antes de que las Cortes aprobaran la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, la Real Academia de la Lengua emitió un informe sobre lo erróneo de esa denominación, pero ¡que si quieres a Ros, Catalina! Tal es la necedad y la confusión a estas alturas, que hay quienes hablan y escriben en los medios de los hombres y las mujeres como si fueran dos “géneros” distintos, cuando no es así. Los géneros –masculino, femenino, neutro, común, ambiguo, epiceno– sólo son gramaticales, mientras que las personas de carne y hueso, que pertenecemos todas al mismo género: al humano, nos dividimos por sexos (afortunadamente): sexo femenino y sexo masculino.
Y acabo con otra de las confusiones de los periodistas (aunque he oído a licenciados en filología decir “andé” y “andaron” por “anduve” y “anduvieron”, o decir “habían” y “hubieron” en los casos en que el verbo haber denota cantidad y se debe de decir “había dos pájaros” o “hubo muchos invitados”). Me refiero a que no se puede decir “de este agua no beberé”, pues aunque la voluntad humana sea frágil y al final se beba, lo correcto es sentenciar: “¡nunca se puede decir de esta agua no beberé!"
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 19/05/2012 en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
Disfruto leyéndote Joaquín, en papel y a través de este blog. Esta semana me ha llamado mucho la atención un dicho que citas; lo he oído mucho y he repetido desde corta edad: “¡que si quieres a Ros; Catalina!”; no sé el origen, ni exactamente lo que significa; además creo que esta es la primera vez que lo veo escrito. Yo siempre creía que era “¿Qué si quieres arroz Catalina!” y así lo repetía y creía oírlo. Aún sigo dándole vueltas a la cabeza.
ResponderEliminarEstimado Conrado, los refranes, dichos y chascarrillos suelen tener variaciones por razones geográficas y temporales. Yo la versión que he oído más y que he entendido como la más chocante es la de aquella pareja (un tal Ros y una tal Catalina) que va a casarse a la iglesia de su pueblo, y, ante las preguntas de rigor del sacerdote a los contrayentes, ella, como estaba más sorda que una tapia, se hallaba en Babia; entonces cuentan que el padrino, que bien sabía de su dureza de oído, le gritó con la consabida frase: "¡Que si quieres a Ros, Catalina!"
EliminarGracias por tu comentario y un saludo.
Sí está la cosa jodía, sí.
ResponderEliminarComo bien sabe, expresarse oralmente o por escrito con rigor, claridad y estilo, requiere, además de la correspondiente formación, mucha y atenta lectura y, algunos, acabada la carrera, solo leen lo que ellos escriben o lo que escriben de ellos. De ahí la pobreza sintáctica y ortográfica de textos de bastantes profesionales de ámbitos varios que vemos frecuentemente por estos pagos.
Les cuesta un mundo expresar una idea con sencillez; rifan las mayúsculas; no ponen tildes, o las ponen mal; rebuscan para cada sustantivo epítetos increíbles ("Dios te libre, lector, de prólogos largos y malos epítetos", decía Quevedo) en busca de no se sabe qué belleza u originalidad; los puntos suspensivos...
Qué lejos-según perla del acervo popular-de la elegancia del atribulado estudiante que con seis palabras, en latín, para mayor concisión y solemnidad (y deleite nuestro), informaba por carta a sus padres: "Salute bene, lectione male, pecunia pessime".
Un saludo.
Gracias estimado anónimo por su extenso e interesante comentario. Uno se siente recompensado sabiendo, no sólo que hay alguien al otro lado, sino que esta paloma mensajera que es internet ha llegado a alguna tierra firme.
EliminarUn saludo afectuoso.